En la era de las redes sociales y los relatos efímeros, los políticos apuestan más que nunca al mensaje segmentado.
Por Federico Picone / dotpod.com.ar
En épocas de campañas electorales, donde se analiza hasta el último centavo gastado, las redes sociales son la reina de la fiesta. Sin dudas, los mayores beneficiados en épocas de elecciones durante este 2019, al menos en esta parte del globo, serán Facebook, Instagram y YouTube. Estas empresas de social media con sus redes sociales específicas y teniendo detrás a Mark Zuckerberg por un lado y a Google por el otro, serán los grandes protagonistas en estas elecciones. ¿Por qué? Básicamente porque es mucho más sencillo sectorizar nuestro mensaje al grupo etario específico, que simplemente poner un banner en un sitio, sin saber quién lo ve, qué edad tiene y si es hombre o mujer. Lo mismo ocurre con la cartelería pública, que en estos tiempos se encuentra en precios insospechados.
Claro que no es lo mismo hablarle a Facebook que a Instagram. En Instagram tendremos a Centennials y Millennials como mayoría (-34 años), mientras en Facebook habrá más preponderancia de la Generación X y los Baby Boomers (+35 años).
Lo que ya se analizó desde el vamos, es que WhatsApp se presenta como uno de los únicos espacios en el que podemos encontrar a todo tipo de votantes. Por eso mismo, no sería nada raro que nos encontremos con un candidato a presidente, publicando su WhatsApp para que la gente pueda contactarse directamente, por supuesto promoviendo luego la interacción entre los votantes y el candidato en diferentes videos.
Claro que a la hora de comunicarse con el electorado, es importante tener en cuenta al Neuromarketing Político, rama de la neurociencia que estudia el comportamiento y la conducta política de las masas, para establecer así la toma de decisiones en las áreas de acción de la actividad política. Es aquí donde el “Miedo” cumple una de sus mayores funciones, ser el catalizador más importante a la hora de decidir un voto. No es casualidad que lo primero que se le pregunte a la gente en época de elecciones, es cuáles son los temas que más le preocupan como ciudadano. Aprovechar esta información a favor y buscar un arquetipo político, que permita encuadrar a nuestro candidato como un personaje clave para responder a estos problemas, es una manera de alcanzar el inconsciente colectivo de las masas y el código común simbólico de la masa colectiva. Para ello, debemos encontrar un punto de intersección entre el cerebro racional, el emocional y el instintivo, que es el que el 55% del electorado utiliza para decidir su voto. No es casualidad que muchas de las actividades realizadas por nuestro actual presidente, antes de ser electo, fueran aprovechadas al máximo para tocar, comer y bailar con la gente, algo que a los ojos del electorado capta enormemente la atención.
Una vez definido el rol del candidato y la base de su propuesta para cubrir ese rol, cobra vital importancia el uso del storytelling y el storydoing. Por un lado el storytelling promueve el contar historias, apelando al lado emocional del electorado y siempre manteniendo su estructura básica, el tener un mensaje, personajes que intervienen, un conflicto y una trama. Lo que hay que tener en claro es que no se trata de inventar historias ni de emocionar para ganar votos, sino de mezclar lo racional con lo sentimental.
El storydoing en cambio, muy practicado actualmente por los políticos más innovadores, consiste en narrar a través de la acción, permitiendo a otros cambiar su historia, construyendo el relato con el público y guiando, escenificando y visualizando la estrategia política.
Con medios sociales cuyas redes se tejen a través de estados o stories efímeros, traídos desde el fondo del casi olvidado Snapchat, junto al boom de las transmisiones en vivo, no es raro que la participación del público y la voz de la gente cobre vida. Habrá que ver cuál es el arquetipo que atrape a la masa colectiva en este 2019.