La psicóloga chilena Pilar Sordo considera que la «pausa» provocada por la pandemia de coronavirus «es una invitación» a mirarse internamente para poder tomar decisiones que han sido postergadas por miedos, mandatos culturales o prejuicios e impiden trazar un camino de transformación, tema que aborda en su nuevo libro «Un segundo de coraje», como ese impulso que se necesita para dejar atrás lo que ya no tiene cabida.
Una relación «tóxica», una mala alimentación, un trabajo que ya no satisface o el apego que no permite a los padres aceptar que los hijos dejen la casa familiar, forman parte de los temas que la psicóloga y conferencista desarrolla en el libro, y aparecen como una constante entre las consultas de sus pacientes.
En diálogo con Télam, Sordo, autora de «Lecciones de seducción» y «Educar para sentir, sentir para educar», entre otras, expone además sobre la cultura de la gratificación y del castigo, así como de la revalorización de los afectos, cuestiones que aborda en la obra, editada por Planeta.
¿Cuáles son los obstáculos o limitaciones más comunes para tomar decisiones que lleven a un cambio de vida?
Las limitaciones tienen que ver con algo intrínsecamente natural al ser humano que es la resistencia al cambio. Los seres humanos nos adaptamos muy rápido a lo bueno y a lo malo, y cualquier situación de cambio genera resistencia. Ahora, si esa resistencia además está acompañada del miedo se hace muchísimo más difícil enfrentar situaciones nuevas. La culpa, los mandatos -sobre todo los patriarcales que dicen qué las mujeres podemos o no hacer, o los hombres pueden o no hacer- influyen en que tu alma te diga una cosa y tu mente te diga otra, hasta que la misma vida te empuja a tener que mirar esa posibilidad de cambio real.
Estos impedimentos se observan más en personas de una determinada generación o se dan a cualquier edad? ¿Cómo incide el género?
No hay relación de edad y tampoco tiene que ver con el género. Las mujeres tendemos a cuidar mas las relaciones y mantenerlas a toda costa, por proyecto familiar. Los hombres en general no salen de situaciones conflictivas en la vida por decisión propia, a veces son empujados porque los descubren en una infidelidad o los empuja una situación determinada a tomar una decisión. Ahora que los hombres están teniendo más contacto con algunas emociones y están rompiendo modelos patriarcales pueden tomar más conciencia de sus afectos y ser ellos los que tomen la decisión, pero en general son las mujeres las que toman las decisiones emocionales. Nos demoramos mucho en tomarlas pero cuando lo hacemos no hay vuelta atrás, mientras que en el hombre puede haber un ida y vuelta más o menos reiterativo.
¿Hasta qué punto el dinero incide en la toma de decisiones?
El dinero incide en la medida que permites que tus miedos te consuman. El dinero es uno de los miedos en la toma de decisión y el otro son los niños que a la larga se transforman en excusas porque no es que un día digo «me quiero separar» y me doy cuenta de que no tengo los medios económicos. Si me quiero ir, tengo que empezar a preparar mi salida y eso tiene que ver con el estudiar, ponerme a trabajar, tiene que ver con el ponerme a desarrollar las habilidades necesarias que necesito para el proceso de salida. En general los niños y el dinero se transforman en una barrera muy fuerte frente al miedo de tomar la decisión y por eso es que son tan importantes las redes de ayuda, de colaboración, contención, de emprendimiento. Mientras más sola esté esa mujer u hombre y tenga menos vínculos para echar mano en momentos de toma de decisiones, le va a costar muchísimo más.
En el libro hablás del esfuerzo y la gratificación.¿Por qué crees que se practica tan poco la gratificación en base al esfuerzo realizado?
Porque tenemos una cultura basada en el castigo, no en la gratificación: todavía existe la política administrativa de decir lo que falta en vez de lo que hay, porque se supone que lo que falta es lo que hay que mejorar y lo que está no hay por qué mencionarlo y eso se traspasa majestuosamente a las relaciones afectivas. Y creo que nos falta la caricia, el refuerzo positivo, nos falta mucho el acercamiento al otro desde la valoración de lo que el otro hace y no desde lo que le falta para lograr ser suficiente. Y esto tiene mucho que ver con el tema del merecimiento. Habría que hacer una investigación solo de ese tema: qué poco que sentimos que nos merecemos lo mejor en el mundo, siempre con este preconcepto de que no se puede tener todo en la vida, de que hay que aprender a estar agradecido con lo que uno tiene pero siempre desde lo poquito, y esa sensación hace que la gratificación vaya perdiendo valor y que todo esté determinado por el esfuerzo, aún cuando los resultados no den abasto.
Hacés referencia a que se ha perdido la demostración de afecto físico a través del abrazo. ¿Por qué creés que sucede esto y qué consecuencias tiene?
Nos dejamos de abrazar porque el abrazo -que dura entre 6 a 10 segundos, según distintos estudios- traspasa energía y por lo tanto rompe defensas, rompe estructuras, aumenta mi vulnerabilidad: me emociona si me abrazan largo, apretadito y calentito. Espero que después de esta pandemia logremos valorizar los abrazos y nos atrevamos a romper estructuras internas para poder ser abrazados o poder abrazar, porque estuvimos mucho tiempo evitando el contacto y ahora que estamos obligados a evitarlo nos damos cuenta de todo lo que lo necesitamos. Por lo tanto espero que esta pausa que está viviendo la humanidad nos permita revalorizar el mirarnos a los ojos, el escuchar más, el hablar menos -creo que en eso la mascarilla nos va a ayudar- y el abrazarnos mucho más.
¿ Considerás que este tiempo de pandemia, que implicó un cambio en las conductas puede ser una oportunidad para lograr ese segundo de coraje del que hablás?
Creo que esta pandemia ha tenido muchos segundos de coraje. He sido testigo de muchos porque lo que pasa es que como bajó mucho el volumen de lo de afuera, subió mucho el volumen de lo de adentro y cuando sube el volumen de adentro, de una u otra manera estamos terriblemente obligados a mirarnos, y hay mucha gente que no se ha mirado nunca. Y creo que en esa invitación a mirar la casa interna, no la física, va a haber muchas cosas que se van a tener que aclarar y decisiones que se van a tener que tomar. Desde una dieta, al hábito de hacer ejercicio, leer un libro o terminar con una relación o empezar una nueva o conocer a los hijos, como lo han verbalizado muchos hombres, por primera vez; o quedarse en la casa trabajando, o pedir ayuda porque me quedé sin trabajo y antes tenía un buen pasar y ahora no lo tengo. Sea lo que sea que te toque en esta pausa, vas a necesitar un segundo de coraje para seguir avanzando.
Agencia Télam – Claudia Lorenzón – Foto: Daniel Dabove