Los retos del periodismo: cómo sobrevivir a la precarización, los prejuicios y el poder de las redes

El periodista y escritor Reynaldo Sietecase convocó a colegas como Martín Caparrós, Leila Guerriero, Graciela Mochkofsky, Noelia Barral Grigera y Natalí Schetjman, entre otros, a reflexionar sobre sus trayectorias profesionales, las transformaciones del oficio y los desafíos a la hora de ejercer esa tarea, iniciativa que quedó plasmada en el libro «Periodismo: instrucciones de uso», una invitación a repensar las formas de trabajo de quienes habitan los medios de comunicación con testimonios en primera persona.

«La idea surgió de una charla con el director de la editorial Prometeo, mi amigo Raúl Carioli, quien cansado de escucharme hablar sobre cómo se hace periodismo en Argentina me sugirió escribir un libro», explica Sietecase (Rosario, 1961) a Télam y aclara que el listado de los diez colegas convocados lo armó pensando en aquellos que respeta y admira «por su capacidad y trayectoria pero que, además, (y esto explica porque no hay otros nombres en la selección que podrían estar) hubiesen escrito sobre periodismo». 

De esta manera, conviven, por ejemplo, la experiencia de Mochkofsky en las redacciones de Página/12 y La Nación con la de Caparrós en el New York Times, del que cuenta por qué decidió irse, y se combinan con el relato de la investigación de Hugo Alconada Mon sobre las cuentas del HSBC en Suiza, conocida como SwissLeaks. 

Pero también hay textos que abordan las condiciones de trabajo de los periodistas en esta coyuntura signada por la precarización, la expansión de las redes sociales y las preocupaciones por la sostenibilidad de los medios de comunicación. En esa línea se inscriben los trabajos de Noelia Barral Grigera y Natalí Schejtman que hacen foco en los trabajadores freelancers y «la jungla digital» que condiciona el ejercicio del oficio, respectivamente.

Barral Grigera, que actualmente trabaja en Radio Con Vos y en el canal IP Noticias, se ocupa de los periodistas también conocidos como «freelos» y argumenta: «La principal consecuencia en estas condiciones de trabajo es el deterioro en la calidad periodística, es una modalidad de trabajo que aparece caracterizada como una modalidad que te permite organizar tus horarios, que no tengas un único jefe, muchas veces romantizada con la idea de ‘sos tu propio jefe’ pero su principal característica es que es mal paga, se paga tarde e implica que tengas que laburar muchísimo más para más o menos llegar a un monto mensual mínimo».

Para quien se desempeñó durante diez años como cronista parlamentaria «esto impacta en la calidad de las notas que podés hacer porque les dedicás menos tiempo, pensás menos en la producción de la que te estás ocupando, entonces la principal afectación es la calidad periodística porque es una modalidad que termina empujando a la auto sobreexplotación de cada uno de los y las colegas».

Schejtman es parte del equipo de reciente medio elDiarioAR y antes trabajó en Perfil, TXT y Canal Encuentro, entre otros. En «Periodismo: instrucciones de uso» se detiene en lo que denomina «jungla digital», esa conjunción de portales y redes que generaron nuevas formas de circulación de la información.  

«Las redes ocupan un rol central: desde las noticias que son renarradas o levantadas directamente, a las redes como lugar de circulación de la producción periodística. Pero las redes sociales también pueden poner en un lugar muy vulnerable a los medios: si todas tus visitas vienen de las redes, significa que no sos vos, son ellas. Y en ese sentido son una ayuda no muy confiable que hay que estar leyendo todo el tiempo», grafica Schejtman. 

¿Cómo operan hoy las redes sociales a la hora de ejercer el oficio? ¿Qué lugar tienen las plataformas que levantan la información en el diseño de la agenda? La periodista asegura que «la relación de los medios y las plataformas sociales es multinivel: desde un impuesto que puede ser usado para solventar el periodismo hasta un periodista que googlea o se informa vía redes. Pero también, las redes sociales son el producto de las corporaciones más poderosas del mundo».

En esa línea destaca que si bien «es prácticamente imposible pensar hoy una propuesta informativa cotidiana sin una propuesta informativa para redes sociales», también apunta que «editorialmente» es importante «cómo se para un medio frente al enorme poder corporativo y algorítmico de estas empresas».

En este escenario, los tres coinciden en que los desafíos son múltiples. Para Sietecase, «el gran desafío es pensar críticamente. No tomar lo que dicen los medios como un catecismo, poner en duda, abrevar en distintas fuentes de información. Valorar la opinión crítica y la investigación».

Barral Grigera advierte «cargamos con desafíos que incluso nos exceden» pero subraya que «para los que queremos que nuestro rol en la sociedad tenga impacto positivo y genere algo bueno de relevancia, el principal es aportar a mejorar la calidad del debate público, más en un momento como el actual».

«La precarización laboral no es la única causa pero ayuda muchísimo que el debate público sea lo que es hoy, con notas que solo buscan clicks, títulos que buscan impactar y no informar y coberturas que se hacen solo porque son baratas y no buscan generar algún tipo de conocimiento, inquietud, cambiar la óptica», señala e insiste en «tratar, con las herramientas que tenemos, que a nivel individual es algo absolutamente difícil y termina costeándose con el bolsillo de cada uno de los trabajadores, de contribuir y mejorar dentro de nuestras posibilidades a la discusión pública». 

Asimismo Schejtman considera que «el volumen informativo de hoy es enorme» y describe un universo en el que hay «periodistas en general mal pagos, multitareas, multiempleados, con una competencia feroz, trasnacional y 24 horas», por eso plantea que «el mayor desafío es mantener el foco y pelear por no resignar calidad, precisión y cierta gracia. También, hacernos de manera recurrente la pregunta de por qué elegimos este oficio y poder responderla de un modo más o menos digno y consecuente con nuestro trabajo cotidiano».

Sietecase llama al texto que escribió para el libro «Ni plata ni mierda» y allí sostiene que la verdad dejó de ser lo más importante en el proceso de comunicar, algo sobre lo que vuelve y precisa: «Es más relevante afectar ‘al otro’ con lo que se publica que determinar si es verdadero. El periodista tiene una enorme responsabilidad en defender ‘la verdad periodística’ que no es otra cosa que la correlación entre lo que cuento y los hechos comprobables».

«Por esa razón la tensión con la línea comercial o gerencial del medio es inevitable. Los medios, en especial los grandes, cada vez están más implicados en la pelea política», dice el también autor de «No pidas nada» y «Bares» y destaca que, en esta coyuntura, «también hay una responsabilidad de las audiencias, de los consumidores de información, en una época donde muchos se acercan al periodista o al medio para confirmar sus prejuicios, no para que lo desafíen». 

«Aquí otra vez hay un gran desafío para los comunicadores: ¿trabajan para la hinchada o hacen bien su trabajo, lo presentan en forma completa y desafían a sus lectores, oyentes o televidentes?», plantea el periodista. 

Barral Grigera, Schejtman y Sietecase piensan la sostenibilidad de medios en un contexto de crisis

En «Periodismo: instrucciones de uso», hay ensayos que se ocupan de pensar la sostenibilidad de los medios de comunicación en un contexto de crisis y crecimiento de la modalidad freelance, en el que se consolida la concentración y el acceso a la información a través de plataformas, temas sobre los que Natalí Schejtman, Noelia Barral Grigera y Reynaldo Sietecase opinan y plantean nuevas preguntas. 

«El debate sobre la sostenibilidad está abierto y es dinámico», opina Schejtman y afirma que «lamentablemente, los procesos concentracionarios de los medios también son una respuesta a cuál es un modelo sostenible: el acumulativo, que arma carteras en donde hay medios y también empresas de otros rubros que, en muchos casos, constituyen el verdadero negocio de la empresa». 

Sin embargo asegura que «también hay ejemplos que nos permiten ser más optimistas», ya que reconoce que «a las buenas ideas que conectan con una necesidad informativa en las audiencias y también con un disfrute les va bien». 

Barral Grigera abre el plano, en el ensayo escrito para el libro, sobre formas de financiamiento de medios en países como Australia o Bélgica en los que se empezaron a implementar impuestos a las grandes empresas de tecnología y señala que hay que pensar nuevas respuestas para «encontrarle la vuelta a que el periodismo vuelva a ser rentable». 

«Hay empleadores despiadados y empresas que solo quieren maximizar sus ganancias, pero detrás de la precarización laboral y del formato freelance, que va dominando cada vez más la escena del periodismo gráfico, además hay empresas que se dedicaban a un negocio que ya no es más rentable entonces hay que encontrarle la vuelta», precisa. 

Acerca de las experiencias que trabaja en su texto, sostiene que implicarían «beneficios para todos: para las empresas porque vuelven a tener un beneficio rentable, para los trabajadores porque pueden volver a realizar su tarea en condiciones dignas dedicándole el tiempo que necesitan y logrando una producción que nos enorgullezca y, por supuesto, para las audiencias porque un periodismo de mejor calidad eleva la calidad del debate público».

Por su parte, Schejtman dice que «los impuestos a las plataformas son necesarios» pero también indica que ve «algo de visión mesiánica: como si todos los sectores cuyos negocios cambiaron por las plataformas pudieran renacer a partir de un impuesto».

«Hay cosas que cambiaron para siempre y no hay impuesto -por más legítimo que sea- que las haga volver a lo que eran, por lo que la discusión no es solamente económica. Dicho esto, creo que estamos viendo ejemplos en algunos países de una relación impositiva más productiva y menos vampirizadora entre medios y plataformas», sostiene.

La periodista e investigadora plantea que «eso, sumado a un periodismo pyme que tiene diversos ejemplos en el mundo y en Argentina, que apuesta a reforzar el vínculo de confianza entre un medio y sus audiencias, nos da varias puntas para seguir explorando una evolución virtuosa del periodismo».

Sietecase señala que «ambas desarrollan su trabajo batallando con las problemáticas narradas» y apunta que «uno de los grandes debates sobre nuestra profesión será, efectivamente, la sostenibilidad de los medios ante las megaempresas que se quedan con todo lo que se produce sin pagar ningún costo». 

Para el periodista, los textos de Barral Grigera y de Schejtman «iluminan la cuestión y, como todos los demás, no sólo dan buena información, abren interrogantes y propician el debate» porque «responden a la idea de que podemos hacer bien nuestro trabajo a pesar de las distintas problemáticas que tienen al periodismo en una crisis inédita». 

Emilia Racciatti – Foto: Victoria Egurza – Télam