Hanson Robotics: El poder de los robots

Sophia se convierte en el primer robot en tener una nacionalidad.

En octubre pasado, durante el evento Future Investment Initiative, Arabia Saudita se convirtió en el primer país del mundo en darle ciudadanía a un robot. Se trata de Sophia, una humanoide creada por la empresa china Hanson Robotics, que está diseñada para responder preguntas, por lo que ha sido entrevistada en todo el mundo, creando una especie de paranoia de hasta qué punto hemos llegado en materia de inteligencia artificial.

La piel de Sophia está hecha de una silicona especial, imita más de 60 gestos y expresiones humanas, las cámaras de sus ojos de robot humanoide registran y analizan lo que ven y en su sitio web, se describre como una mujer electrónica real y viva, a la que le gustaría salir al mundo y vivir con personas, además de servirles, entretenerlos y hasta ayudarlos con los mayores y los niños. Sin duda es el mayor exponente de lo que nos depara el futuro en materia de robots, y de cómo poco a poco, irán siendo principales protagonistas de nuestras vidas.

Más allá del avance tecnológico que significa, la ciudadanía de Sophia generó polémica en las redes sociales, ya que en Arabia Saudita las mujeres tienen prohibido andar sin velo ni manto de abaya, y en su discurso sobre el escenario, Sophia no utilizó ninguna de esas prendas, ni estuvo acompañada por un hombre, por lo que teóricamente tendría más derechos que las mujeres humanas sauditas. Curiosamente, la ciudadanía de Sophia es una campaña de publicidad para este país, que pretende incrementar ocho veces sus ingresos no relacionados con el petróleo durante los próximos años, mediante proyectos que tengan que ver con la innovación, el turismo, la tecnología y la infraestructura. Es por esta misma razón, por la que debemos analizar a este particular robot por dentro y cómo fue diseñado.

Sophia fue activada por primera vez el 19 de abril de 2015. Se encuentra inspirada en la actriz Audrey Hepburn, y es conocida por su aspecto y comportamiento humano en comparación con variantes robóticas anteriores. Según el fabricante, David Hanson, tiene inteligencia artificial (IA), procesamiento de dato visual y reconocimiento facial, además de imitar gestos humanos y expresiones faciales y de contestar ciertas preguntas y tener conversaciones sencillas en tópicos predefinidos, como por ejemplo el clima. El robot usa tecnología de reconocimiento de voz de Alphabet Inc, compañía filial de Google, y está diseñada con capacidad de aprendizaje. El software de inteligencia de Sophia está diseñado por SingularityNET, el cual analiza conversaciones y extrae datos que le permite mejorar sus respuestas con el tiempo. Es conceptualmente similar al programa de PC ELIZA, el cual fue uno de los primeros intentos en simular una conversación humana.

El objetivo de Hanson al crear a Sophia, fue el diseñar una compañera adecuada para ancianos en Residencia de personas mayores, o para ayudar a multitudes en parques o en grandes acontecimientos. Se espera que dentro de poco tiempo, finalmente pueda interaccionar con otros humanos, suficientemente como para obtener habilidades sociales.

Dejando de lado todo el tema marketinero del asunto, hemos visto cómo durante la última década, los robots han ido cubriendo los espacios que alguna vez ocuparon los humanos, alcanzando niveles de inteligencia, comprensión y movilidad nunca antes vistos, además de permitir resolver cuestiones de manera rápida y ágil. Pero lo que más llama la atención del asunto, es cómo es posible dotar a estos robots con una inteligencia tan grande, que puedan responder a cuestiones filosóficas y de cultura general, de manera casi espontánea, dejando de lado a cientos sino miles de personas con menor capacidad intelectual.

La realidad es que no falta mucho para que un robot ocupe nuestro lugar en el trabajo y en casi todas las tareas cotidianas que nos resultan sosas y aburridas, habrá que preguntarse qué hará después el ser humano con tanto tiempo ocioso y por supuesto, con esta necesidad extrema de darles demasiado derechos a computadoras con inteligencia artificial que no tienen por qué tenerlos.