La española Verónica Zumalacárregui estrena por la señal de cable El Gourmet un envío especial de su popular programa «Me voy a comer el mundo» orientado a los hábitos alimentarios en tiempos de la pandemia de coronavirus en donde muestra «cómo las personas recurren a la cocina como un refugio para superar y soportar el encierro».
Durante una entrevista con Télam desde su casa madrileña, Zumalacárregui advirtió que el especial Covid-19 de «Me voy a comer el mundo» (que tendrá una repetición el lunes a las 23) «es muy blanco y de entretenimiento sin olvidar que esto es un drama y que a partir de mostrar realidades de los cinco continentes se torna muy interesante sociológicamente».
A través de videollamadas, Verónica se enlaza con otras siete personas que ya pasaron por el programa que ostenta cuatro temporadas recorriendo el planeta en una panorámica global que reúne a la ciudad china de Xiaojing, Nueva York, Jordania, Italia, Río de Janeiro, Marruecos y Australia.
«En esta ocasión soy una de las anfitrionas del programa porque soy madrileña y Madrid es uno de los focos más afectados por el coronavirus, así que he enseñado mi nevera, las calles y algunas de las iniciativas solidarias como las de restaurantes de la ciudad que dan de comer a indigentes o familias con menos recursos», adelantó.
La animadora resaltó que la selección de países para el especial del envío «reúne situaciones diversas como la de España que se encuentra en un punto medio, otros en fase previa como Australia o en desconfinamiento como en China que nos muestra que hay luz al final del túnel».
De ese reporte y aún sin querer develar las atracciones del programa, la comunicadora nacida en 1988 y que vivió en España, Francia e Irlanda y además domina el inglés y el francés, escogió algunas postales como «que en China te tomen la temperatura a la entrada del mercado o ver un pasillo enorme de un supermercado totalmente vacío como en Australia y con personas sin mascarillas ni guantes».
Zumalacárregui también refirió a «la playa de Copacabana desierta, las colas en Nueva York de más de horas para comprar comida y de qué manera una familia marroquí se prepara para vivir el Ramadán bajo estas circunstancias».
¿Cómo surgió la idea de este formato para «Me voy a comer el mundo»?
A partir de unos directos en Instagram que que empecé a hacer en cuarentena y llamé «coroneveras», el director del programa, Regis López, me propuso hacer un capítulo especial a través de videollamadas y grabaciones de móvil para ver cómo están llevando el confinamiento en otros países en términos culinarios. Cómo están los mercados, qué productos están escaseando, cuáles son los antojos de estos anfitriones que son personas que ya han salido en el programa, y a qué alimentos recurren cuando están tristes o con ansiedad.
¿Qué tipos de alimentos se imponen en este contexto de pandemia y aislamiento?
Estoy viendo fenómenos muy distintos porque por un lado hay mucho producto saludable y mucho producto fresco pero por otro lado es evidente que la harina, el azúcar y la levadura están agotadas en medio mundo y eso es porque hemos vuelto a lo que se conoce como «confort food», esa comida que nos traslada a la infancia, a momentos felices. También ha crecido el consumo de snacks o madalenas, tal vez porque son uno de los pocos premios que nos damos ahora y que hasta hace no mucho teníamos alejados de nuestras dietas habituales.
¿En este contexto es posible recuperar alimentos más saludables y regionales?
Hay una parte buena del Covid-19 y es que no hay polución en Pekín y la campana de contaminación en Barcelona y Madrid es inexistente. Pero además resulta evidente que vamos a tender al producto local porque no se puede exportar ni importar y porque tenemos que sostener a nuestros productores.
¿Cómo describirías la actual situación española frente al coronavirus?
Afortunadamente los míos y yo estamos bien y la situación en general va mucho mejor, está en descenso el número de contagios y se puede salir una hora por día. Lo cierto es que vamos a tener que reinventarnos todos en nuestras formas de ocio en un contexto en que tenemos que ir readaptándonos, pero sinceramente espero que no desaparezca el bullicio madrileño y el ajetreo porque son una marca de España. Por otro lado, los jóvenes estamos volviendo a muchos guisos tradicionales que hemos tenido que aprender porque ya no podemos comerlos los domingos en las casas de nuestros padres como el cocido madrileño, la paella o la fabada.
¿Pensás que las dos acciones que rigen «Me voy a comer el mundo» que son viajar y probar alimentos se han vuelto peligrosas?
Mucha gente me dice lo del peligro de haber comido murciélago, que es de las pocas cosas que no he probado. Esto que está ocurriendo es súper grave y dramático pero muy puntual. Yo pasé los últimos cuatro años comiendo en las calles del mundo y no me ha pasado nada, ni siquiera tuve una indigestión. Soy bastante valiente y hay que tener mucho cuidado incluso en mi propio país pero en mis viajes no voy a dejar de disfrutar comiendo.
¿Y cómo imaginás el futuro del programa?
Está claro que durante el próximo año no vamos a poder grabar con normalidad. Pero también es una oportunidad para apoyar a mi país que lo está pasando tan mal y poner mi granito de arena para dar un impulso al turismo y la hotelería que está muy perjudicado y es una fuente de ingresos muy importante para el país.
¿Qué recuerdos te dejó la visita a la Argentina de febrero de 2019?
Todos buenísimos. Tanto la comida como la gente. Conocí personas súper cultas y súper educadas, recibí mucho cariño y Buenos Aires me apasionó. De hecho, me quedé un día y medio de relax y pude disfrutar y me enamoré aún más de las tiendas de libros y del mercadillo en Palermo, pero aspiro a volver y disfrutar de su vida cultural.
Autor: Sergio Arboleya