La actriz, compositora y cantante Soledad Villamil, que esta semana estrenó en Netflix la comedia «Corazón loco» que encabeza junto a Adrián Suar y Gabriela Toscano, fue también parte del equipo que seleccionó las películas que integran la 48va. edición del Festival de Cine de Gramado que iniciará el viernes que viene y donde, afirma, sintió «emoción por ser testigo de la vitalidad del cine latinoamericano».
«A pesar de las condiciones tan poco favorables en cuanto a mercado y distribución es evidente que en el cine latinoamericano hay una fuerza, un deseo y un potencial enorme», destaca Villamil en una entrevista con Télam.
En lo que fue su primera experiencia como seleccionadora, la artista compartió con los locales Pedro Bial y Marcos Santuario la tarea de elegir los títulos del encuentro de cine iberoamericano que este año y debido a la pandemia tendrá carácter virtual y que entre el 18 y el 26 se verá a través del cultural Canal Brasil en todas sus competencias.
Allí el cine argentino dirá presente con «El silencio del cazador», quinto largometraje de Martín Desalvo, que viene de obtener el lauro al mejor actor (compartido entre sus dos protagonistas masculinos, Pablo Echarri y Alberto Ammann) en el 23er. Festival de Cine de Málaga.
Desde el lado de la actuación, además, Argentina sumará al actor Jorge Román, quien encabeza «Matar a un muerto», primer filme de ficción del paraguayo Hugo Giménez y que tiene a la sangrienta y larga dictadura de Alfredo Stroessner como telón de fondo.
Consultada acerca de la singular labor en la que se embarcó, la protagonista de filmes como «El secreto de sus ojos», «Un oso rojo» y «Todos tenemos un plan», entre más, confiesa que para ella «fue un desafío muy grande por tratarse de cientos de películas, de una diversidad muy grande de estilos y de tipos de realización también. Así que debí ir articulando entre el gusto personal, lo que a uno le interesa y un marco específico».
Esta labor llegó a generarse desde antes pero incluyó el parate sanitario impuesto por la pandemia; una situación frente a la que Soledad apunta: «Me cuesta decir que el artístico es el sector más vulnerado porque hay un montón de gente sufriendo, pero la situación es desesperante porque no hay horizonte y no hay posibilidades».
Al respecto, advierte como paradoja que «a la vez que hay una bajísima consideración de parte de la sociedad en general por la industria cultural, esta situación llevó a que hubiera un consumo altísimo de ese tipo de producción que, por otra parte, pareciera que no tiene ningún valor».
En esa cuerda, la hacedora de una discografía integrada por «Soledad Villamil Canta», «Morir de amor», «Canción de viaje» y «Ni antes ni después», considera que «de momento no hay una mirada que integre la necesidad de que te cuenten una historia o te acompañen con una canción y allí se abre una pregunta desde la región y en todas las disciplinas que tiene que ver con si seremos solo consumidores o vamos a producir».
Al frente de un repertorio integrado por canciones propias y piezas de la música popular argentina y latinoamericana, la artista informa que durante la cuarentena toca y compone, pero que no tiene un streaming a la vista «porque es una herramienta que hay que ir investigando. Soy cautelosa en relación a si todo va a ser a través de las pantallas y, en cambio, tengo clara la enorme necesidad de conectar, estar juntos, compartir e intercambiar».
¿Cómo llegaste a formar parte de la curaduría del Festival de Gramado?
Tenía una relación previa con el festival, donde me hicieron un homenaje y me premiaron con el Kikito de Cristal, y a Marcos Santuario lo conocía de otros festivales y me ofrecieron sumarme al equipo para ser la pata no brasilera y me interesó mucho.
¿Con qué criterios hubo que encarar la selección?
Los lineamientos tuvieron que ver con reflejar la mayor cantidad de cinematografías posibles y encontrar películas que fueran representativas no solamente de cada país sino, incluso, de las distintas regiones de Brasil.
En este panorama donde filmografías vecinas nos son inaccesibles ¿Qué temáticas afloran en el cine brasileño?
Aparece bastante la opresión de la población negra, tanto en el plano histórico como en el actual, y también la cuestión de género y el lugar de la mujer en la sociedad. Son asuntos tratados en mucho cine documental y en Gramado quedó abierta la pregunta acerca de si no hay que generar un apartado específico para el género.
¿Qué balance hacés de esta experiencia?
Estando en la cocina se me hizo más patente esa complejidad entre un cine más accesible y otro que le haga lugar a nuevos realizadores también, pero el desafío mayor es ver cómo nos integramos como región y logramos algún tipo de acuerdo para poder tener un intercambio más accesible a partir de reglas de juego que puedan romper con la lógica de la distribución y la exhibición.
¿Cómo vivís el hecho de que «Corazón loco» se haya estrenado y esté disponible en Netflix?
SV: En este caso puntual es una buena noticia y es un alivio dar a conocer algo que venía contenido desde marzo, ya que los afiches de «Corazón loco» en la vía pública son testigos delirantes de la pandemia y constituyen la campaña publicitaria más larga de la historia del cine argentino. En relación al soporte, por el género y el estilo de película que es, no se resiente tanto en la exhibición por streaming y nos ha permitido drenar esa energía contenida.
Télam – Sergio Arboleya / Foto: Ramiro Gomez