Transformadas desde hace casi cuatro meses en un espacio monolítico de permanencia y circulación, las casas serán las protagonistas de la octava edición de Open House Buenos Aires, el clásico festival de arquitectura y urbanismo que esta vez tendrá lugar a través de 16 viviendas seleccionadas que podrán ser recorridas virtualmente bajo la guía de quienes las habitan o las construyeron.
Como la mayoría de los eventos culturales, los organizadores del tradicional ciclo que se celebra en Buenos Aires desde 2013 tuvieron que repensar una alternativa para trasladarse al escenario virtual. Así, con una oferta menor que los más de cien edificios públicos y privados que formaron parte de las últimas ediciones, Open House Buenos Aires tendrá un formato más acotado que no incluirá edificios monumentales y se concentrará en el recorrido por una selección de viviendas que representan los distintos paradigmas que forman parte del tejido arquitectónico porteño.
La iniciativa -que surgió en Londres hace casi tres décadas y se replica en las principales ciudades del mundo- suele realizarse en octubre, pero las restricciones impuestas por la pandemia empujaron a los organizadores a adelantar el evento, que se realizará finalmente los próximos sábado y domingo desde las 11 hasta las 18.30 y se podrá seguir a través de la página web www.openhousebsas.org o desde el canal en YouTube https://www.youtube.com/channel/UCorkT5dwwsECaaVBtFLWxAw.
«Cuando empezó la pandemia nos pusimos en contacto con el resto de las ciudades que organizan Open House en el resto del mundo y nos dimos cuenta de la dificultad de hacer un evento masivo en estas condiciones. Una vez que decidimos pasar del modo presencial a la realización on line, creímos que sería bueno hacerlo durante la cuarentena en Buenos Aires, porque al estar los ciudadanos en sus casas sin poder salir, podía ser un entretenimiento diferente, y una actividad cultural al mismo tiempo», explica Santiago Chibán, a cargo de la organización del ciclo.
«Por un lado nos interesaba reflexionar sobre la vivienda en estos tiempos. El hecho de que todos estemos pasando más tiempo de lo normal adentro de nuestras casas nos obliga a pensar en estos espacios. Es un tema del que se está hablando mucho y nos parecía que no podíamos quedar ajenos a este debate. Además este año teníamos la limitación de que muchos edificios no iban a estar abiertos, o no iba a existir la posibilidad de que alguien se acerque hasta ahí para abrirlos», destaca a Télam el arquitecto e investigador.
En esta ocasión, habrá 16 recorridos presentados por sus propietarios o constructores, algunos emplazados como vivienda única y otros exponentes de las nuevas modalidades de vivienda colectiva como el caso de Casa Ho, un complejo «bike friendly» situado en el barrio de Coghlan que permite llegar en bicicleta hasta la puerta del departamento a través de una rampa que recorre las seis plantas del edificio y que además cuenta con huerta urbana en cada unidad y múltiples terrazas de acceso común.
Los meses de encierro impuestos por las medidas para contener el avance del coronavirus obligaron a muchas personas a permanecer durante largo tiempo en unidades reducidas que antes habitaban parcialmente, mientras que en otras se plantearon instancias críticas a la hora de acondicionar el espacio para hacer congeniar la vida doméstica con las rutinas laborales y las actividades escolares. En ese contexto, los debates en torno a cómo la arquitectura debe hacer frente a escenarios adversos, no estará ausente en esta edición de Open House.
¿Qué grandes transformaciones dejarán estos meses de confinamiento por la pandemia en la arquitectura?
Se está hablando mucho del tema, y tal vez es apresurado sacar conclusiones sin saber con demasiada precisión cómo va a evolucionar todo. Por ahora lo que podemos decir es que se confirman y se acentúan ciertos temas y problemas ya conocidos de la arquitectura: por un lado la necesidad en los espacios domésticos de tener una expansión y una buena relación con la luz natural. Vivimos en ciudades cada vez más densas, y en el caso de Buenos Aires con una muy baja relación de espacios verdes por habitantes y mal distribuida en la ciudad.
Ante ese problema de mayor escala y de muy difícil resolución, la necesidad de espacios exteriores en las viviendas se hace aún más importante.
Por otro lado, necesitamos una arquitectura con cierta capacidad de adaptación. Hoy muchos nos encontramos trabajando en nuestras casas, haciendo clases de gimnasia y una serie de actividades que tal vez cuando se pensaron estos espacios no estaban contempladas. No podemos hacer edificios pensando en que vendrá otra pandemia, o tratando de imaginar que vendrá después, pero sí podemos pensar en espacios que tengan capacidad de adaptación. Sea por una pandemia, por cambios tecnológicos o lo que fuere, los edificios permanecen y las actividades que se realizan se tienen que adaptar.
Los espacios seleccionados por la asociación civil sin fines de lucro Cohabitar Urbano, que lleva adelante cada edición del ciclo, permiten sacar a la arquitectura de su nicho específico para socializar a escala aficionada las relaciones que los usuarios entablan con los espacios que habitan y a la vez ofrecer orientaciones para construir la casa propia y optimizar recursos ante limitaciones de espacio o presupuesto.
¿A grandes rasgos qué señas particulares se pueden detectar en estas construcciones respecto a la manera en que los porteños piensan su relación con el espacio?
Hay mucha diversidad y tal vez de cada uno se podría rescatar algo diferente. En algunas de las obras seleccionadas podríamos destacar la manera en la que los espacios interiores buscan relacionarse con la luz natural, y con sus expansiones.
Varios de los proyectos elegidos muestran una mayor interacción entre arquitectura y naturaleza, un fenómeno que está en línea con el boom de los jardines verticales o las terrazas verdes.
¿Qué razones estéticas y sociales explican que la naturaleza sea cada vez más preponderante para el urbanismo?
Ya hace muchos años el cuidado del medio ambiente se convirtió en un tema del cual no podemos mirar para el costado. Y la arquitectura no está ajena a eso. El impacto de los edificios en la ciudad genera en muchos casos problemas ambientales, y hay muchas maneras que tenemos los arquitectos de al menos reducir este impacto negativo. La incorporación de las terrazas verdes, o jardines verticales son algunos de ellos.
La incorporación de la naturaleza a los edificios reduce la temperatura de los interiores, y esto permite un uso más racional de los sistemas de refrigeración generando un ahorro energético. Las terrazas verdes además, al absorber el agua de lluvias permite ralentizar el caudal de los desagües pluviales, evitando el colapso de las cañerías, cosa que podría producir inundaciones. En definitiva creo que la arquitectura tiene que pensarse contemplando todos los problemas que nos rodean en la actualidad, e intentar resolverlos desde el lugar que le toca.
Agencia Télam / Julieta Grosso